La experiencia también ha favorecido la cooperación ciencia-empresa y podría extrapolarse a otras áreas donde es necesario que ambas instancias se pongan de acuerdo en favor del desarrollo del país, dejando de lado diferencias, destaca Eduardo Jaramillo, investigador de la Facultad de Ciencias de la UACh y que forma parte del Consorcio Ciencia 2030.
El próximo año se cumplirán dos décadas del incidente más complejo que ha afectado a un humedal en Chile. El escenario fue el Monumento Nacional Santuario de la Naturaleza Río Cruces y Chorocamayo, Sitio Ramsar Carlos Anwandter en Valdivia y los principales afectados fueron los cisnes de cuello negro (Cygnus melanocoryphus), especie migratoria para la cual el humedal era el sitio reproductivo más importante y estable en Sudamérica y que comenzaron a disminuir repentinamente al mismo tiempo que había comenzado a operar una planta de celulosa de la empresa Arauco, aguas arriba del humedal.
Lo que siguió fue el clásico escenario empresa sospechosa-comunidad acusadora y que culminó con una completa investigación de la Universidad Austral de Chile (UACh), que confirmó responsabilidades. Pero ese diagnóstico, que podría haber profundizado mucho más la distancia entre la investigación de los científicos y la empresa, con el tiempo sirvió como aprendizaje y punto de confluencia entre las partes, materializando uno de los más exitosos ejemplos de cooperación entre la ciencia y el sector productivo.
En la actualidad, la Facultad de Ciencias de la UACh, hoy miembro del Consorcio Ciencia 2030, realiza dos muestreos anuales en conjunto con la Universidad de Concepción para analizar la calidad del agua y de los sedimentos, en las épocas de menor y mayor caudal hídrico. Adicionalmente, desde la primavera de 2022 se efectúan censos mensuales de avifauna acuática, mamíferos acuáticos como el coipo, huillín y visón, y monitoreos de la cobertura y estado de salud del luchecillo (Egeria densa), planta acuática que es el alimento primario de los cisnes.
Tres veces al año se hacen monitoreos con dron en 16 áreas del humedal, lo que permite las imágenes de esos monitoreos con imágenes satelitales y así también analizar la cobertura de la planta acuática. Además, este luchechillo es recolectado periódicamente, tanto dentro como fuera del humedal, para análisis de contenido de hierro, un indicador del estado de salud de la planta. Igualmente se monitorean en forma estacional los peces e insectos acuáticos, camarones y gusanos en las riberas del humedal.
A todo eso, se suma el análisis de variables relacionadas con el cambio climático (como la cantidad de lluvia caída y la temperatura del agua) y el ciclo sísmico para conocer cuanto se levanta el continente en la zona del humedal y Valdivia. “Todos los estudios anteriores los financia la empresa Arauco. Ellos además tienen sus propias mediciones y sensores para medir temperatura, pH y otras variables y nos proporcionan los datos. Y por la resolución de calificación ambiental 279 deben controlar que sus residuos industriales líquidos no superen cierto margen”, destaca el investigador de la UACh Eduardo Jaramillo, quien lidera el equipo de investigación.
Recuerdos de dos décadas
Para llegar a este escenario hubo que pasar primero por la crisis. Esta partió a fines del invierno de 2004 cuando la población de cisnes del humedal disminuyó abruptamente desde 8 mil individuos a menos de 400. Muchos de ellos se instalaron en afluentes periféricos para luego abandonar en forma masiva el parque natural; más aún, la reproducción de estas aves se detuvo. Coincidentemente con eso, el luchecillo había desparecido de gran parte del humedal. Desde febrero de ese mismo año había comenzado a operar la Planta de Celulosa Valdivia de la entonces empresa Celulosa Arauco y Constitución S.A. (CELCO-ARAUCO), en San José de La Mariquina, 15 kilómetros aguas arriba del humedal.
Inmediatamente, el primer sospechoso de lo ocurrido fue la planta industrial. En noviembre de ese año y en respuesta a la presión ciudadana, la entonces Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) contrató a un equipo de la Universidad Austral de Chile liderado por Jaramillo para que investigará las causas de la masiva emigración y también muerte masiva por causas desconocidas de los cisnes, además de la desaparición del Luchecillo.
Los resultados preliminares, entregados en diciembre de 2004, concluyeron que la mortandad de cisnes fue inanición y que los hígados de los animales contenían altas concentraciones de hierro y otros metales pesados en concentraciones mayores a las de cisnes estudiados con anterioridad al año 2004 o provenientes de fuera del humedal. Informes posteriores revelaron que los remanentes de luchecillo recolectados en el área estaban cubiertos por una costra de sedimentos con altos contenidos de hierro y otros metales pesados y que la calidad de agua mostraba cambios aguas abajo del efluente de residuos líquidos de la planta de celulosa y después que la misma comenzara a operar. Se concluyó entonces que los cambios ambientales del año 2004 (emigración y mortalidad de cisnes y desaparición del luchecillo) coincidía con el inicio de operaciones de la planta de celulosa.
“Yo sigo pensando que la explicación más plausible – porque en ciencia no vamos a estar nunca cien por ciento seguros – es que la calidad de agua cambió debido a la instalación de una planta de celulosa y que esa calidad impactó a esta macrófita acuática que era el alimento más importante de los cisnes”, reconoce hoy Jaramillo después de casi dos décadas de las conclusiones del informe final de la UACh.
“El problema grande que ocurrió cuando se hizo la línea base del estudio de impacto ambiental, para la instalación de la planta de celulosa de Arauco, es que se trató al ambiente acuático del río Cruces simplemente como un río, en que el agua se mueve desde su cabecera hacia su desembocadura en el mar y punto, y no se consideró que en realidad es un estuario, es decir un cuerpo acuático cuyas aguas se mueven hacia la cabecera cuando la marea está subiendo, hacia la desembocadura cuando esta está bajando y se detienen en la estoa (cuando la marea es neutra), lo que resulta en la caída o depositación de partículas sobre el fondo o sobre organismos como el luchecillo” destaca Jaramillo.
Afortunadamente la recuperación comenzó a partir de 2012 cuando empezó a aumentar la presencia de cisnes, lo que fue coincidente con una nueva abundancia de la planta acuática.
“Mucha gente quedó con la idea de que como los cisnes murieron por la contaminación y que el culpable de ella fue Arauco, cualquier cosa que pase en adelante dentro del humedal esta sería también responsable. Pero la ecuación ya no es tan simple hoy”, asegura Jaramillo. En el año 2004 no había una señal tan clara o no se consideraban los grandes forzantes ambientales que trabajan a una escala mayor que la de humedal y que hoy están influyendo en él como lo son la disminución del volumen de agua debido a disminución de las lluvias por el cambio climático y la deformación de la corteza por el ciclo sísmico, que ha levantado los fondos donde está el luchecillo y lo expone al aire libre.
Contar con más información sobre esos fenómenos fue justamente una consecuencia de todo el largo proceso legal que siguió al levantamiento de la evidencia y que culminó en 2014 con la puesta en marcha del Diagnóstico Ambiental del humedal del río Cruces, una de las primeras medidas que dictaminó la jueza Gloria Hidalgo quien llevaba el proceso legal como titular del Primer Juzgado Civil de Valdivia.
Al año siguiente partió un programa de Monitoreo Ambiental – otra de las medidas resultantes de ese proceso legal – y que tenía que realizarse por al menos cinco años. “Al cumplirse ese plazo y aún cuando no había una resolución de calificación ambiental que obligara a la empresa a seguir con ese monitoreo, Arauco decidió seguir y ahora estamos en la segunda renovación del programa voluntario de monitoreo del humedal”, destaca Jaramillo.
Lo más novedoso señala este investigador, es que una empresa se comprometiera con la continuación del monitoreo. “Algunos dirán, obviamente, para blanquear imagen; pero lo que obvian y que es realmente concreto, es que tenemos un programa de monitoreo andando y que, a medida que ha avanzado, hemos ido aprendiendo de cómo funciona el humedal. Y como lo estamos llevando científicos y no consultores, nos estamos haciendo preguntas y planteando hipótesis científicas porque básicamente es un programa no solo de monitoreo o seguimiento de variables físicas y biológicas, sino que también de investigación”.
Marcela Wulf, subgerente de Asuntos Públicos de Arauco en la Región de Los Ríos, destaca: “Para nosotros, lo ocurrido en el humedal fue un hito que cambió la manera en cómo nos relacionamos con el entorno natural y social, lo que impactó fuertemente en nuestra forma de operar y en el cómo hacemos las cosas. Y desde ahí yo creo que efectivamente, el trabajo científico, el conocimiento profundo respecto de los entornos, por ejemplo, a través de buenas líneas de base ambientales, ha sido fundamental. Creemos que si bien el monitoreo partió del contexto de un fallo judicial que establecía nuestra responsabilidad de lo que pasó, decidimos mantenerlo porque hay mucho valor en la información que se está levantando. No hay humedal en Chile que tenga más datos, que tenga más información hoy día, y eso da certezas no solo a nosotros como compañía, sino que al mundo académico y a la ciudadanía entera”.
Jaramillo agrega que el Programa de Monitoreo es un monitoreo de tipo adaptativo. “Eso significa es que, si hay una propuesta para el monitoreo de las variables a, b, c, d y e, entre los años 2020 y 2023, pero de repente ocurre una situación de cambio que implica el estudio de otras variables, se comunica esto a Arauco y este evalúa los costos de la implementación de nuevos estudios, cosa que ha sido la tónica hasta ahora».
Y menciona un ejemplo reciente. “Nunca, con todo lo que conocíamos del humedal, se nos habría ocurrido que los lobos marinos de la costanera de Valdivia, repentinamente (el año 2018) iban a entrar al humedal a depredar cisnes. Cuando eso pasó, elaboramos una propuesta para evaluar cómo esa depredación afecta a los cisnes, la presentamos a Arauco y esta fue financiada”.
Durante el invierno del año 2020, el luchecillo desapareció en varias áreas del humedal, situación no atribuible a descargas de la celulosa. “Yo plantee una hipótesis que podría explicar el fenómeno, pero para evaluar las consecuencias se necesitaban más fondos y los obtuvimos”, destaca Jaramillo.
De hecho, desde 2012 los cisnes siguieron recuperándose llegando a sumar hasta cerca de 20 mil durante el 2020, para luego comenzar a bajar nuevamente hasta cerca de 3000 durante septiembre de este año. Jaramillo comenta que los cisnes se fueron corriendo desde la parte inferior a la superior del humedal. “Hoy día hay menos de 5 mil cisnes en el área que comúnmente censamos lo que es muy poco, pero el luchecillo ya se ha recuperado. Lo que hemos visto es que por arrancar de los lobos, muchos cisnes se han retirado a zonas del humedal muy bajas que no se cuentan en los censos de la UACh o de CONAF, debido a que por las bajas profundidades no se puede acceder a las mismas con las lanchas de ambas instituciones”.
El trabajo conjunto también ha cambiado la forma como los investigadores enfrentaban los monitoreos. “La velocidad con que se mueve un equipo científico no es la misma a la que se mueve la empresa; son ritmos diferentes. Para escribir una publicación, estábamos acostumbrados a darnos todo el tiempo del mundo para revisar datos y asegurarnos de nuestras conclusiones; por el contrario, la empresa necesita la información ya, ahora” comenta Jaramillo. Pero el beneficio es mutuo ya que hay una confianza técnica en lo que puede decir el equipo liderado por el investigador de la UACh.
Wulf lo ratifica :“Nosotros creemos profundamente en el valor de los datos, en el valor de la información que entregan los monitoreos y programas de investigación porque es la única forma de, por un lado, ir incrementando mejoras permanentes en los procesos productivos y también objetivar ciertos prejuicios o ciertos paradigmas que están instalados en la comunidad o incluso en nosotros, y que permiten ir despejando variables con datos absolutamente objetivos respecto de, por ejemplo, la compatibilidad productiva de los procesos industriales o procesos forestales respecto del entorno natural”.
Una página web de libre acceso presenta toda la información histórica del humedal del río Cruces y también las últimas investigaciones para una mejor toma de decisiones y gestión del humedal. Lo aprendido fue fundamental en el diseño del Diplomado en Caracterización y Gestión de humedales que comenzó a ser impartido por la Facultad de Ciencias de la UACh, en marzo del presente año y del cual Jaramillo es Director.
El académico de la UACh cree que la experiencia con la empresa en el monitoreo del humedal del río Cruces se podría extrapolar a otros escenarios del país. “La minería en el norte demanda gran cantidad de agua que está saliendo de los humedales altoandinos. Quizás la solución son las desaladoras en la costa, pero inmediatamente surge oposición”. A su juicio, aquí también hay una oportunidad única para que las universidades monitoreen sus reales efectos y así no se paralicen posibles inversiones. Comenta que esta también podría ser una solución en la Isla Grande de Chiloé donde algunas localidades ya están dependiendo de camiones aljibe, debido a la ausencia de fuentes de agua, como glaciares en la misma”.
La Dra. Leyla Cárdenas, Decana de la Facultad de Ciencias UACh y Directora del Consorcio Ci2030, destaca la importancia de la generación de confianzas y consolidación de relaciones entre la ciencia y el entorno socioproductivo. “El desarrollo de las actividades de monitoreo que realiza el Dr. Eduardo Jaramillo, han permitido la transferencia de conocimiento para la toma de decisiones y búsqueda de mejoras en sectores productivos, es aquí donde se realza el valor de la ciencia, siendo un aporte relevante no solo para los actores involucrados Desde el Consorcio Sur-Subantártico Ci2030, que reúne a seis universidades regionales de alto nivel, se generan puentes para fortalecer la confianza entre la academia y el entorno, a fin de generar relaciones virtuosas que permitan aportar conocimientos y tecnologías de alto impacto en áreas estratégicas de las regiones y del país”.
Por R. García (Agencia Inés Llambías Comunicaciones).